Fotograma de la película. (Warner)
Es extraño encontrar hoy, películas en las que simplemente te diviertas sin pensar en nada más. Antiguamente había montones de films similares a este, pero hoy día es toda una rareza. No os vayáis a pensar que es una joya entre el barro. El otro guardaespaldas es predecible, cíclica y reiterativa, pero también muy divertida y amena. Protagonizada por Samuel L. Jackson y Ryan Reynols, da exactamente lo que pretende: acción a raudales, alguna que otra risa y un par de carcajadas si te pillan desprevenido.
No sé porque, pero cada vez estoy más convencido de que la palabra «hijoputa», será lo que pongan en la lápida de la tumba de Samuel L.Jackson. Se tira todo el film con ella en la boca y si no te lo tomas a chufla, puedes acabar un poco cansado. ¡Nah! La peli no es tan larga. Como es recurrente en la filmografía de Jackson, el carismático actor (aún recuerdo su magnífico Zeus de La jungla III), se dedica durante toda la película, a ser, oh sorpresa, Samuel L. Jackson. Y se queda tan tranquilo, oiga. Tampoco es que Ryan Reinolds se esfuerce ni un ápice en su actuación. Ambos van en piloto automático, pero tienen una química tan estupenda que es imposible no sonreír en muchos momentos del film.
Tráiler de ‘El otro guardaespaldas’
Ryan Reynolds, copia la actitud sarcástica que ya exhibió en ‘Deadpool‘ aunque sin demasiadas ganas. Aquí anda metido en la piel de un neurótico escolta a quien se encomienda la tarea de trasladar a un volcánico asesino a sueldo (Jackson) desde una prisión de máxima seguridad en Mánchester hasta el Tribunal Internacional de La Haya, para que testifique contra el genocida ruso que encarna Gary Oldman. Este actor esta tan sobreactuado, como casi todos sus últimos films de los últimos años; grita más que en Air force one, que ya es decir. Lo que viene después es una carrera brutal y caótica a contrarreloj que se toma ciertos descansos aquí y allá que sirven para que ambos personajes conecten y se conozcan. ¡Que asombrosamente original!
Samuel L. Jackson y Ryan Reynolds, en ‘El otro guardaespaldas’. (Warner)
Las comedias de acción protagonizadas por parejas antagónicas, a menudo formadas por un hombre blanco y uno negro y/o uno que respeta las reglas y otro que no, eran en los ochenta, lo que se llamaba carne de videoclub. Esta podía haber sido una más en aquella época y pasar totalmente desapercibida, pero como ya no se hace este tipo de cine, ahora resalta no porque sea una gran película, sino porque es que es la única en su género. Además, ¡que demonios! ¡Para una tarde de domingo de palomitas y bebida del diablo, es más que suficiente! Si no le pides mucho a la vida, claro.
Aquí no vais a encontrar sutilezas ni maquinaciones que no se vean a la legua. Lo que encontrareis serán montones de «hijoputa», gags con mejor o peor suerte y la típica evolución entre dos personajes antagonistas que acabarán comprendiendo la visión de la vida del otro. Vamos, que nada nuevo bajo el sol. Pero eso si, si os van las explosiones, las carreras a lo loco por Ámsterdam, con coches, lanchas y motos, esta es vuestra película. Los que sean delicados de oídos deberían abstenerse, por la cantidad de tiros por segundo que se suceden sin parar en la pantalla en ciclos más o menos definidos.
Otro fotograma de la película. (Warner)
Prácticamente todas las escenas de acción están plagadas de efectos digitales baratos, y eso no sería algo necesariamente malo en una película que al menos en parte aspira a ser caricaturesca. El caso es que a ratos es increíblemente violenta, y a ratos busca nuestra conexión emocional dando a ambos protagonistas intereses románticos genuinos, o bien se pone moralista a través de imágenes de crímenes de guerra o de discursos sobre la ética del asesino.
Cartel de ‘El otro guardaespaldas’.
Hacía tiempo que no veía una película paródica con la que me lo pasara bien. El Otro Guardaespaldas no es más que otra cinta de comedia y no es muy destacable en algunos aspectos, pero es una cinta simpática y gamberra que se apoya completamente en su pareja protagonista y que consigue sacar una sonrisa al espectador. Al final, eso es lo único que parece querer este film.
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