La carrera contrarreloj en la que se han envuelto los protagonistas ha sido de todo menos tranquila. Todos son conscientes de lo que se juegan. En un barco que se dirige al lugar donde todo se desatará, cada miembro del equipo piensa en lo que está en juego, en lo que pueden perder y en lo que han sacrificado ya. Cada uno de ellos tiene derecho a marcharse si así lo desean. Con todo lo que han luchado hasta ese momento, nadie podría recriminarles nada. Curiosamente, ese es el único pensamiento que no se les pasa por la cabeza a ninguno de ellos. Ni siquiera al perro. Bueno, al perro no se le pasa casi nada por la cabeza. Es un decir.

Gracias por leer esta entrada.

Pin It on Pinterest

Share This